Jaime Nipomnische Luschankoff (Buenos Aires,1931 – Málaga, 2019). De origen ruso, su ascendencia judía, su latinidad y su formación francesa darán a su personalidad artística una mezcla cultural única que se refleja en su estilo de trabajo.
Descubrió el teatro a los dieciocho años en Buenos Aires, de la mano de Roberto Durán, que despertó una vocación que ya nunca se apagó. El método de Durán estaba basado en improvisaciones, ejercicios mimados y descontracción muscular, que había desarrollado Jacques Coupeau. Jaime ya no pararía hasta conseguir viajar a Francia a formarse. Pasaría antes por Venezuela, donde adoptó el nombre artístico de Jaime Jaimes y siguió estudiando teatro mientras trabajó durante dos años hasta conseguir el pasaje a Marsella.
Llega en 1949 a París donde comenzó su formación en la Biblioteca del Arsenal, investigando la trayectoria de Coupeau, Jouvet, Dullin y Piscator, y asistiendo en el Teatro Nacional de Chaillot o en el Festival de Avignon a la renovación del teatro contemporáneo de la mano de Jean Vilar. Sus espectáculos educaron la retina de Jaime, tanto como los primeros textos de Ionesco, Billedoux, Pinter, Brecht y tantos otros, que comenzaban a representarse en París. Desde París también viajó en diversas ocasiones a Londres para impregnarse de la escuela británica. Pero el camino a la formación académica se abrió a través de León Chancerel, presidente entonces de la Asociación de Historia del Teatro, que le animó a solicitar su ingreso en el prestigioso Centro Dramático del Este en Estrasburgo -heredero, a través de su director, Michel Saint-Denis, del trabajo de Coupeau, que consiguió con una puesta en escena en papel de Las picardías de Scapin de Molière. Allí se formó intensamente de forma interdisciplinar con Pierre Lefebvre. Al volver a París, trabajaría por fin con Étienne Decroux en Filosofía del gesto y su método de Mimo Corporal Dramático, base del método propio de movimiento corporal que desarrollaría Jaimes en sus escuelas por el mundo.
Así cerró el círculo formativo para volver a Buenos Aires y poner en práctica lo aprendido fundando el T.A.F., Teatro de la Alianza Francesa, con apenas 28 años (1958), con un modelo bilingüe que repetirá en sus escuelas a lo largo de su trayectoria. Hasta 1965 producirá obras de Molière, Ionesco, Audiberti, Cocteau o Pinter, algunas de ellas estrenos en Argentina. En 1960 recibe el Premio de la Revista Talía por su labor como Director de Escuela Teatral y en 1962 el Premio de la Asociación de Críticos Teatrales por Víctimas del deber, de Ionesco. El director de la Alianza Francesa en Buenos Aires le cedió las instalaciones sin presupuesto alguno, y Jaime enseñó a sus actores a desarrollar las labores de gestión, tramoya, iluminación… En esos años, muchos de sus técnicos, decoradores o músicos fueron galardonados por sus trabajos y su teatro fue cobrando importancia en la escena bonaerense, lo que le permitió dar al proyecto un enfoque más ambicioso: conferencias sobre teatro u otras artes, danza (Óscar Aráiz o Marilú Marini estrenaron allí algunos de sus primeros espectáculos). Había tardes en las que había hasta tres representaciones distintas. Por el T.A.F. pasaron numerosas personalidades de la cultura: Rafael Alberti y María León, que le tradujo El enfermo imaginario, Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura, incluso Borges. Con el tiempo, algunos de sus alumnos siguieron la senda europea y encontraron el éxito: Alfredo Arias, Marucha y Facundo Bo, Roberto Mosca o Eber Portiello.
Paralelamente dirige numerosos programas dramáticos para la Radio Nacional Argentina y comienza a pintar, alentado por Rafael Squirru, fundador del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y por el ambiente de renovación cultural y artística que se respira en la ciudad gracias al grupo de la Nueva Figuración Argentina. Los contactos de Jaime con Luis Felipe Noé o Rómulo Macció son cotidianos. Es el momento en que empieza a experimentar con la encaústica y las lacas para crear composiciones abstractas de enorme fuerza.
A la vanguardia de su tiempo, en 1965 legará el T.A.F. a sus alumnos para viajar de nuevo a París para estudiar técnicas televisivas. Con esta formación recala en Madrid, donde, tras impartir un Seminario de Orientación Técnica del Actor en la RESAD, trabajará durante tres años, adaptando, realizando y dirigiendo obras dramáticas para TVE, en programas como Teatro de siempre o Teatro para niños. Una vez más, muchas de las obras escogidas se representaban por primera vez en España: Ping-Pong, de Adamov, Los acreedores, de Strindberg, o La cantante calva, de Ionesco. Todos estos programas fueron realizados con actores, profesionales y técnicos que contribuyeron a la historia de esos primeros años de la Televisión y el Teatro Español, hasta el presente: Terele Pávez, Irene Gutiérrez Caba, Nuria Torray, Alicia Hermida, Mario Gas, Jaime Blanch, Tina Sainz, Charo Soriano, Nicolás Dueñas, Luis González, Emilio Laguna, Ana María Barbany, Antonio Iranzo, Rafael Arcos, Arturo López y Enrique Azcoaga (adaptador), Waldo de los Ríos (música ) y muchos más de una larga lista. Al mismo tiempo produce y dirige un ciclo de teatro francés contemporáneo para el programa Teatro del Aire de la Cadena Ser.
Destaca sobre todo ello su valiente montaje en la España franquista de Esperando a Godot, de Beckett, en el Teatro Infanta Beatriz en 1967, invitado por José Monleón, y que recibe extraordinarias críticas.
Los nuevos aires de libertad del mayo del 68 francés y la necesidad de seguir experimentando profesionalmente, llevan a Jaimes a volver a París en 1969 para perfeccionar las técnicas de la nueva televisión en color, que aún no había llegado a España. Se aloja en una habitación en pleno barrio de Montparnasse enfocado en dirigir para la televisión francesa. Mientras tanto, dirige un Curso de Arte dramático en la Escuela Universitaria de Arquitectura, donde pone en marcha las Noches Blancas, en las que cede un escenario a expresiones artísticas y musicales marginales. Diseña y presenta un programa de radio para la ORTF llamado Televisión en Francia, que se emitía desde París a todos los países de habla hispana por onda corta. Con su acreditación de periodista asistió cada año al Festival de Avignon. Los dibujos figurativos comienzan a amontonarse y es en París donde vende sus primeras obras y comienza a exponer y vender a buen ritmo en Bonn.
Tuvo que esperar a 1973 para poder presentar su primer proyecto para el Instituto de la Recherche Audiovisuelle de la RTF, que entonces dirigía Pierre Schaeffer: Problemas y trabajos prácticos de Jean Tardieu. Incluso Edgardo Cantón, amigo de Julio Cortázar, compuso la música, pero el proyecto nunca se emitió.
En 1974 llegaría su gran oportunidad para dirigir una obra de larga duración, Les Bâtisseurs d’Empire de Boris Vian. Autor venerado en Francia, trabajó con un elenco increíble -Micheline Presle, Andrea Ferrerol, Michel Simon, Stephanie Loik-, magníficos técnicos y, de nuevo, la música de Edgardo Cantón. Cosechó magníficas críticas en periódicos de tirada nacional como Le Monde o Le Figaro. Paul Guimard, exministro de François Mitterrand, escribió una elogiosa reseña. Úrsula Kluber, viuda de Vian se entusiasmó con el trabajo de Jaimes. Incluso Cortázar, al que conoció finalmente a través de Cantón, tuvo palabras elogiosas para Los conquistadores del Imperio.
Al año siguiente le encargan una serie de doce capítulos de media hora sobre Los misterios de Nueva York, que será emitida en todos los países francófonos. Su experiencia en la dirección de actores y la utilización de nuevas técnicas audiovisuales dieron como resultado, en abril de 1976, una serie de televisión cuyas críticas fueron, de nuevo, fabulosas.
Será en París donde Jaimes comience a desarrollar su propia técnica de formación integral de actores a través de la atención y el movimiento consciente, integrando su experiencia en el estudio y conocimiento de la tradición sufí.
Al mismo tiempo, sin abandonar el teatro, estrena A la Campagne de Griselda Gámbaro en el Théâtre National de L’Est Parisien, con música de Astor Piazzolla, y es invitado a Montreal para dirigir Sueño de una noche de verano de Shakespeare en el Conservatorio de Arte Dramático.
El célebre poeta Aimé Césaire, alcalde entonces de Fort-de-France, Martinique (Antillas francesas) también le invita, esta vez a realizar un workshop de tres meses y medio con actores de aquella isla. Allí su destino vuelve a cambiar gracias al vicecónsul de los Estados Unidos en Martinique, que le ofrece establecerse en California para trabajar con la comunidad hispana.
Jaimes se radica en Los Ángeles y, junto a Jim Berland, director de la radio pública KPFK, y Bill Bushnell, director de Los Angeles Theater Actors, con una clara visión del progreso de la comunidad hispana en Los Ángeles, funda el Teatro de la Unidad, en 1978, gracias a las becas y fondos de la California Arts Council. Ambos aceptan el proyecto de Jaimes de una escuela y teatro bilingües que represente obras de autores latinoamericanos y españoles, tanto teatrales como radiofónicas, en ambos idiomas.
Se estrena el proyecto con The story of kidnapping, de Mario Diament, y, el mismo año, con El Triciclo de Arrabal, consiguen nada menos que cinco Drama Logue Critics Awards, entre ellos, el de mejor director para Jaimes. De nuevo con una obra de Diament, El invitado, recibirá otro premio por su puesta en escena, esta vez de L.A. Weekly, en 1982. Así, entre 1978 y 1985, la compañía de teatro bilingüe y su escuela no dejarán de expandirse.
Simultáneamente a Los Ángeles, entre 1983 y 1985, pondrá en funcionamiento otra escuela de Arte Dramático bilingüe inglés-español en la Mission Cultural Center y una compañía de teatro en francés en la Alianza Francesa que se mueve por las universidades. En Berkeley montará una adaptación de El libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita, que será llevada de gira por el norte de California, Oregón, Washington y Canadá. Acaba su estancia allí tras la grabación para la Western Public Radio de El ahogado más hermoso del mundo de García Márquez y La isla del mediodía de Cortázar.
En pintura lleva a cabo sus trabajos más minuciosos y acabados –cuadros de mano, pinturas cinéticas-, en los que condensa la intuición y la destreza técnica acumulada a lo largo de toda su producción.
Tras cinco décadas de incansable dedicación al teatro, Jaimes recibe en 1997 la jubilación de los EEUU. Vuelve a Europa y, tras un tiempo en París, establece su residencia en Madrid durante más de diez años, donde continúa realizando talleres, también en México o Edimburgo. Fallecido en Málaga el 7 de diciembre de 2019.